Correr parece lo suficientemente fácil para no necesitar a alguien que nos aconseje o nos sirva como entrenador. Basta con coger un par de zapatillas y mover un pie hacia delante y después el otro. Pero cualquiera que haya corrido más de 5 minutos de manera constante sabe que no es así. Correr es una actividad perfecta para divertirse, realizar una vida activa sin las cadenas de los horarios e incluso como mecanismo de socialización. Pero dependiendo de cuáles sean tus objetivos, las distancias de tus carreras, los días de entrenamiento o los ritmos a los que corres o quieres correr nos iremos encontrando con acciones o hábitos que creíamos correctos y que no lo son. La dieta, el tipo de entrenamiento, qué zapatillas nos vienen mejor, la recuperación o el descanso son cosas que hay que controlar cuidadosamente pues a medida que corremos más hay que hacer tener bajo control muchas más cosas. En este artículo os vamos a dejar algunos de los errores más comunes que todos, incluso los corredores profesionales, hemos cometido alguna vez. Puedes coger a tus compañeros de entrenamiento y el que más errores haya cometido invita a una ronda de… ¡geles energéticos!
Dedicarse sólo a correr
“Durante mis dos primeros meses de preparación para la maratón sólo me dediqué a entrenar largas distancias. No incorporé otro tipo de entrenamiento y mis piernas se encontraban cada vez más cansadas. Llegué a odiar el salir a correr. Ahí me di cuenta que necesitaba correr menos e incorporar otro tipo de rutinas y entrenamientos para hacer descansar a mis piernas y a mi cabeza”.
No moverse después de la carrera
“Cuando llevaba 2 meses corriendo me apunté a mi primera carrera de 10 kilómetros. Acabé muy fatigado y lo primero que hice al terminarla fue meterme en mi cama y no moverme durante al menos 2 horas. Cuando me levanté no notaba la sensibilidad en mis piernas y tanto las rodillas como la espalda me molestaban a cada paso. ¡Y qué decir de bajar o subir escaleras! ¡Qué tortura! Poco a poco fui mejorando la flexibilidad, el fisioterapeuta me alivió los músculos más sobrecargados y poco a poco empecé a hacer salidas de 20 a 30 minutos. Desde entonces cada vez que termino una carrera, por muy corta que sea, camino un par de minutos y dedico bastante tiempo a estirar y a masajearme los músculos que más problemas me dan. Al día siguiente estoy perfecto si me apetece volver a salir a entrenar.
Tener cuidado con el avituallamiento
“Era mi primera carrera en la que corría por encima de una hora y me habían hablad de que era necesario tomar alguna elemento energético para recuperar el esfuerzo realizado durante la carrera. Leí que había un avituallamiento a mitad de carrera por lo que confié en que fuera suficiente. Cuando llegué al punto y cogí el gel y la bebida isotónica tuve la mala suerte de que un golpe me tiró el vaso y al abrir el gel me explotó en la cara. No pude tomar nada y corrí toda la carrera con el desayuno que había tomado 4 horas antes. Me entró una “pájara” y estuve a punto de no terminar la carrera. Y todo por no ser precavido y cuidar el avituallamiento de la carrera ni llevar por mi cuenta algún otro gel de reserva o alguna gominola isotónica”.
Comer nuevos alimentos antes de una carrera
“Antes de una media maratón suelo tomar unos plátanos, frutos secos y una tostada con aceite y alguna sabrosa mermelada. Sin embargo, en una carrera se me olvidó comprar plátanos y probé otro tipo de alimentos para el desayuno. A los 45 minutos se me empezó a revolver la tripa y a los 5 minutos estaba devolviendo absolutamente todo lo que había ingerido por la mañana. Después de ese día llevo un cuidado de las comidas casi paranoico y procuro que no se me olvide nada de lo que tomo habitualmente. Prefiero que me falte algo de lo que suelo comer a introducir nuevos alimentos sustitutivos que no haya probado nunca antes de una carrera. Nunca sabes cómo los va a aceptar tu organismo”.
Ser demasiado ambicioso
“Hace unos días me apunté a una carrera con mis amigas. Fui la primera de todas, y eso que muchas ya llevaban tiempo corriendo. Me emocioné tanto que me apunté a una carrera el doble de larga. Además, no tuve mucho tiempo para prepararla porque ya se acercaba el verano y no había muchas más. Terminé la carrera con ampollas, dolores en las rodillas y la espalda y las uñas encarnadas. No pude ponerme un zapato en los 3 días siguientes a la carrera. Ahora soy más prudente y hasta que no me preparo adecuadamente una carrera no la corro”.
Olvidarse de los días de descanso
“Entrenar demasiado y saltarme los días de descanso me tuvo en el dique seco durante 3 meses. Un día, realizando una tirada de de 18 kilómetros noté que algo no iba todo lo bien que debía ir. Aún así, terminé el entrenamiento a un ritmo más suave. Al llegar a casa el tendón de Aquiles se me empezó a inflamar y casi no podía apoyar el pie. Me diagnosticaron una tendinitis aquília por sobresfuerzo y estuve un par de semanas de baja. A partir de esa lesión me tomo las cosas con más calma y he entendido que el cuerpo no es una máquina a la que la puedas exigir sin descanso.
Ignorar tu estado de forma
“Llevaba 5 años sin hacer deporte, pero siempre fui una persona muy activa a nivel deportivo. He jugado al fútbol más de una década, he ido varios años al gimnasio e incluso estuve un par de años apuntado a un club de atletismo corriendo 4 ó 5 días por semana. Cuando volví a retomar la carrera pesaba 8 kilos más, había tenido una lesión en el gemelo y habían pasado algunos años, por lo que cuando el primer día estuve corriendo durante una hora llegué a casa sin poder moverme. Me lesioné la rodilla derecha por forzar y estuve notando pinchazos en algunos músculos durante varios días”.
Creer que tus zapatillas son inmortales
“Me compré unas zapatillas de running hace un par de años para preparar en condiciones una media maratón. Estuve 4 meses corriendo 4 días de cada 7 y rondaba los 50 kilómetros cada semana. Cuando terminé la carrera aparqué un poco el mundo de la carrera por temas laborales. Cuando volví a utilizar las zapatillas tenían 2 años más y ni sabía los kilómetros que había hecho con ellas. A los 10 días noté que mi espalda se resentía, algo que no me había pasado nunca. Eché un vistazo a las zapatillas y no tenían absolutamente nada que pudiera pensar que el problema venía de ahí. Seguí corriendo hasta alas molestias fueron insoportables. Me diagnosticaron una protusión discal y el propio especialista me comentó que todo venía de una mala absorción de impacto. Mis zapatillas tenían una vida de 800 kilómetros que ya había superado preparándome la carrera un par de años atrás, por lo que mis 80 kilos dañaron mi espalda al no tener protección. Ahora procuro tener dos pares de zapatillas para poder alternarlas y así siempre ir lo más protegido posible”.
Esperar a tener molestias
“Nunca me había lesionado en la vida. Soy una persona que estira muy bien, tengo una buena estructura muscular gracias al gimnasio y he estado toda mi vida jugando al tenis. Sin embargo, un día noté una molestia en la rodilla derecha al llegar de correr a casa. Reposé durante un par de días y volví a la carga. No pude ni llegar a 6 kilómetros. Decidí ir a mi médico de cabecera que me mandó unas radiografías y unos análisis que revelaron una rotación en la cadera que llevaba casi medio año cargando más peso en esa pierna derecha. Aunque no me he desgastado el menisco, el cartílago ha quedado deteriorado y ahora tengo que cuidar mucho las largas distancias para que no me repercuta. Si me hubiera hecho un chequeo de manera preventiva hubieran dado con el problema antes y no hubiera tenido que poner en riesgo esa rodilla”.
No hidratarte correctamente
“Por mi trabajo no tengo mucho tiempo libre para compaginar con la familia, por lo que las 2 horas de la comida las intento aprovechar para comer y hacer deporte. Muchos días suelo ir al gimnasio pero últimamente me he aficionado a salir a correr fuera. El problema es que sobre las 3 de la tarde las temperaturas suelen ser altas y un día de febrero que hizo más calor de lo normal pues no me hidraté bien. Apenas bebí agua durante el día por las reuniones que tuve y no me llevé ninguna cantimplora que me acompañara en la carrera. Me dio una pájara que si la recuerdo todavía me mareo. Ahora siempre llevo una pequeña botella con agua, alguna bebida isotónica o sales minerales. Acabo mucho más entero y rindo 3 veces más”.
No familiarizarse con la ruta
“Un día decidí hacer una tirada larga por el pueblo de mi mujer. No quería perder forma porque estaba preparando una carrera y como tampoco circulaban muchos coches pues pensé que no tendría problemas. A los 12 kilómetros estaba en un lugar que no conocía y lo que es peor, no sabía por dónde volver. No tenía teléfono y un camarero de un bar al que entré me ayudó a llamar a mi mujer para que me recogiera. Fue la última vez que salí a correr sin saber por dónde me movía”.
Intentar correr todas las carreras
“Nuestro grupo de entrenamiento nos apostamos que el que peor marca hiciera en el año invitaba a cenar al resto. Empecé a apuntarme a todas las carreras para intentar mejorar mi marca. Un domingo sí otro también ahí estaba yo dándolo todo para arañar algún segundo. En una de esas carreras cuando ya llevaba unas pocas en la espalda noté un tirón. Los isquiotibiales me dijeron basta y me dejaron sin volver a correr durante casi 2 meses. Mis otros compañeros seleccionaron mejor sus carreras e hicieron tiempos muy buenos. Afortunadamente hubo alguno del equipo que no consiguió bajar mi tiempo y no tuve que invitar”.
Seguir las modas
“Mis inicios en el mundo del running vinieron acompañados de muchos libros y muchos vídeos. Lo cogí con muchas ganas, la verdad. En una de ésas leí acerca del minimalismo y de los beneficios que producía. Que si estamos diseñados para correr, que si no es bueno tanta amortiguación. Al final me compré unas zapatillas minimalistas en base a que sus ventas habían crecido una barbaridad. No sé cómo les fue al resto, pero mi relación con el minimalismo duró poco. Sobrecargas en gemelos y una inflamación de un disco vertebral fue el resultado final”.
No combinar entrenamientos de fortalecimiento
“Durante el primer año de corredor habitual estuve manteniendo un tira y afloja con mi cintilla iliotibial de la pierna izquierda. Un día me molestaba, cuatro no. Tres días me molestaba, dos no. Y así fue hasta que me apunté al gimnasio para tonificar la musculatura y empecé a fortalecer los cuádriceps, el glúteo y otros músculos que también tienen un papel importante en la carrera. A las pocas semanas el síndrome ITB me empezó a bajar hasta que no volví a tener constancia de ello. Desde entonces procuro hacer hincapié en mis puntos débiles muscularmente hablando e intento fortalecerlos y aumentar su flexibilidad a partes iguales”.
No renunciar a parar
“Después de varias semanas de mucha carga y molestias concentradas en el sóleo, tomé la salida de la maratón de Valencia. El recorrido era llano y pensaba correr a un ritmo suave de 5:45min/km. A los 50 minutos el sóleo me dio el primer aviso, pero pensé: “los corredores no abandonan, estoy muy bien entrenado y puedo con todo”. El segundo aviso fue algo más fuerte y tuve que parar a estirar. Sin embargo, seguí con la idea de terminar la carrera. Cuando llegué a meta me tuvieron que ayudar a mantener en pie. No sólo me dolía el sóleo, también la cadera y la rodilla. Me gané a pulso un reposo forzado de casi 6 meses y la enseñanza de que una retirada a tiempo también es una victoria”.
Utilizar el mismo calzado para todo
“Corrí mi primera carrera en asfalto con mis zapatillas de montaña compradas 6 meses antes. Vivo cerca de la sierra y casi todos los días salgo a correr por montes o caminos de tierra. Unos amigos sugirieron la idea de correr alguna carrera popular en la capital y allí que me planté con mis zapatillas de trail. No tenía ni idea de lo que estaba haciendo y ahora me doy cuenta de que incluso para hacer series o tiradas largas es conveniente utilizar distintos tipos de calzado, pero cuando me di cuenta de que me miraba mucha gente y de que ninguno de mis compañeros llevaban las zapatillas con las que corrían por la sierra comprendí que lo estaba haciendo mal”.
No escuchar determinadas señales
“Tardé alrededor de 6 años en darme cuenta que era un mejor corredor de largas distancias. Siempre conseguía buenos tiempos cuando corría más de una hora y media, pero mi objetivo siempre fue bajar de 20 minutos en un 5K. Cuando vi que a poco que entrenaba largas distancias mis marcas mejoraban una barbaridad dejé el reto aparcado y empecé a preparar ese tipo de distancias. Actualmente estoy apuntado a mi segunda ultra maratón y disfruto enormemente de todo el tiempo que paso con unas zapatillas en mis pies, que es mucho, por cierto”.
Dejar que tu lista de reproducción caduque
“Todos los que corremos con música sabemos lo gratificante que es desconectar del mundo con nuestras canciones favoritas. Incluso en los días de carreras es bueno elegir un determinado tipo de canción para recibir fuerzas en los momentos más duros. No pensé que actualizar la lista de reproducción fuera importante, pero cuando me llegué a aprender el orden exacto de las canciones dejé de sentir esa unión con la música y a muchas de las canciones las llegué a odiar. Ahora intento escuchar sesiones y canciones más o menos nuevas y no las dejo en mi reproductor más de un mes”.
Pensar que descansar es suficiente
“Después de algunos síntomas de inflamación del tendón rotuliano durante una media maratón, pensé que era buen momento para dejar de salir de una manera tan constante durante al menos un mes. Al cabo de ese tiempo de reposo volví a entrenar las largas distancias que venía haciendo habitualmente y las 2 salidas el tendón me volvió a dar problemas. Supe que descansar no relajaba las tensiones musculares y empecé a estirar de una manera mucho más cuidadosa. A las 3 semanas mis problemas de tendón rotuliano desaparecieron para siempre”.
No valorar la recuperación
“Está mal que yo lo diga pero siempre he sido una máquina a nivel deportivo. He practicado numerosos deportes y tengo un don especial para rendir a un alto nivel en cualquiera de ellos. Sin embargo, cuando empecé a complementar la carrera con bicicleta y nado para prepararme bien un triatlón me di cuenta de que a final de semana me encontraba muy cansado. Entrenaba 6 días por semana y algún día realizaba dos deportes. No tomaba productos para recuperar, dormía muy poco por las molestias, fui poco a poco perdiendo el cuidado en la dieta… Hasta que un día tuve una bajada de azúcar y estuve ingresado un par de días. Eso me hizo ver que todos somos débiles si no cuidamos nuestra fortaleza y el descanso y la recuperación son esenciales para cargar las pilas. Ahora incluso utilizo la piscina como recuperador”.
Creer que correr es como otro deporte
“Empecé a correr con la única experiencia del fútbol en mi haber. No estaba acostumbrado a realizar deporte de una manera tan continuada por lo que me cansaba fácilmente. Sin embargo, si no acababa exhausto no sentía que había dado todo. Cuando mejoré la forma seguí entrenando de la misma manera y sentía que mejoraba muy poco para todo el esfuerzo que dedicaba. Comprendí que correr no es jugar al fútbol y la clave es mantener un ritmo no muy alto que sea cómodo de llevar para poder alargar las distancias de entrenamiento. En el fútbol, un deporte mucho más explosivo, entrenábamos de maneras muy diferentes que no pueden servirte de guía”.
No repasar el material necesario
“Me compré un frontal cuando empecé a aficionarme a las carreras nocturnas. Tras varias carreras un día noté que la potencia del foco disminuía poco a poco. En ningún momento pensé en la batería del frontal hasta que a los 5 minutos me quedé sin luz. Tuve que esperar al siguiente corredor y me llevé un susto importante. Desde entonces reviso todo lo necesario para cada carrera 2 ó 3 veces. Si hubiera sido la última en esa carrera no sé qué hubiera sido de mí”.
No aprovechar las oportunidades de mejorar
“Mucha gente planifica su calendario para poner picos de rendimientos en las carreras más propicias a mejorar marcas y tiempos. Sin embargo, yo pensaba que si estaba en un buen estado de forma daba igual la carrera, mejoraría sí o sí. Es bueno conocernos y ver en qué estado de forma estamos para aprovechar ese momento y correr carreras que ayuden a mejorar nuestro rendimiento. Desde que estoy más pendiente del calendario y de mi estado de forma cada año he ido mejorando mis marcas. Veremos hasta cuando dura”.
La vaselina no sirve de nada
“Siempre había leído de lo importante que eran unos buenos calcetines técnicos para evitar ampollas y alguna rozadura. Pero cuando me planté en una carrera de 50 kilómetros con mis mejores calcetines y vi cómo acabaron mis pies ese día pensé que cualquier ayuda vendría bien. Probé a embadurnarme los pies en ese material viscoso pero muy relajante y al acabar la carrera el año siguiente no daba crédito a lo que veía. El pie estaba hecho polvo (acababan de estar 5 horas trabajando) pero ni un rastro de rozadura o ampolla. ¡Una pasada!”
No tener plan B
“En mi primera maratón estaba eufórica. Estaba en un estado de forma perfecto y notaba que iba a hacer un buen tiempo. Todo se torció en el kilómetro 25, nunca mejor dicho. Un bordillo me jugó una mala pasada y tuve un mal apoyo. El tobillo se me inflamó en cuestión de segundos. Era la maratón de mi ciudad y no hay los medios que tienen otros maratones de más importancia. Ni llevaba móvil, ni dinero, ni tarjeta de transporte. Tuve que caminar 2 kilómetros hasta el primer bar en el que me dejaron un teléfono para poder llamar. Desde entonces siempre llevo una mini-riñonera que me permite llevar los imprescindibles: DNI, algún billete y un móvil más pequeño que me llevo únicamente a las carreras”.